Dicen que los hijos no tienen la opción de elegir en que familia
nacen, pero la vida nos demuestra luego que no es así. El embrión es potente y
sabio. Tiene la inteligencia y emoción suficiente para saber si es en ese
cuerpo en el que debe seguir. En realidad nos cuesta confiar y entregarnos a su
decisión por maléfica que resulte ser. En un gesto trivial sube la moneda
y cae, inexorablemente de un lado.
El vientre aloja principio o fin de la vida. La suerte esta echada.
También se busca a quien se parecen los hijos sin concebir la opción a la propia
creación de un individuo nuevo sobre el planeta que aporte sus
particularidades.
Por la casa encuentro en un rincón un arco iris de pinzas de
la ropa, los imanes de la nevera forman fila militar y después de lavarse los dientes
siempre viene el cuento. La neurona espejo es muy potente. Si antes sospechaba
que los bolis tenían movilidad propia ahora lo confirmo, han terminado en la
lavadora junto a la crema de manos que creía exiliada. En mi ordenador hay
archivos guardados con nombres tan extraños como xxxjuuy6789.doc y además están
vacíos. Juro a mis amigos que yo no puse ese whatsApp con todos los emoticonos de mi teléfono.
Hay una enana en la casa con la que pasamos a formar parte
de una encrucijada en contra de lo establecido. Es la adrenalina del desayuno.
Habla sin parar como si se hubiera comido el diccionario de la real academia. Suelta palabras unidas en
frases cambiando el gesto a modo de signos de puntuación. Disfruta de la
comunicación. Pone una moneda a girar, la observa - no espera ver
de que lado caerá -porque la pisará
antes, adueñándose de su destino.
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